Se van a cumplir 20 años desde que en mayo de 1995 se firmó
la Carta
de Ciudades Refugio para escritores perseguidos. En Europa se había
previsto que más de 100 ciudades iban a adquirir ese estatus. En España, Valladolid
lideró este movimiento, cuyo vigor inicial se ha ido apagando con el paso de los años.
Pero la preocupación sobre la necesidad de ofrecer refugio a todas las personas
perseguidas, en tiempos de aplicación cicatera e incluso criminal de las
políticas de asilo, sigue estando muy vigente. ¿Acaso no nos provocan indignación los salvajes asesinatos de homosexuales en los territorios dominados por el
Estado islámico? o ¿las matanzas perpetradas por el Gobierno sirio? O ¿la cruel
violencia sexual a la que son sometidas las mujeres en territorios en
conflicto, por ejemplo en la República Democrática del Congo? Desgraciadamente no es difícil encontrar ejemplos de barbarie. ¿No merecen las personas en riesgo encontrar refugio seguro en algún rincón del planeta?
En sociedades estamentales o clasistas es la extracción social lo que condiciona la vida
de una persona. En el ámbito global, la marginación social viene marcada también y casi de modo insalvable, por las fronteras estatales. Pero esas
fronteras no la legitiman.
Poco después de la adopción de la Carta de Ciudades Refugio,
Jacques Derrida reflexionaba sobre el concepto y se sumaba a la demanda del
Parlamento Internacional de los Escritores, de apertura de estas ciudades a
través del mundo (Jacques Derrida, “Cosmopolitas de todos los países, ¡un
esfuerzo más!, cuatro ediciones, 1996).
Derrida iba más allá del universo de los escritores y
subrayaba el espíritu cosmopolita de la Carta y el potencial de las ciudades
refugio para superar la concepción estatocéntrica del Derecho internacional y,
por tanto, la idea clásica de la soberanía estatal. Decía Derrida “Si nos
referimos a la ciudad, más que al Estado, es porque esperamos de una nueva
figura de la ciudad lo que casi renunciamos a esperar del Estado”. Derrida llamaba
a crear un “derecho de las Ciudades, una nueva soberanía de las Ciudades”, y se
preguntaba si se “¿abriría aquí un espacio original que el derecho
inter-estado-internacional no ha conseguido abrir?”. Su llamamiento a la reformulación del Derecho internacional sigue estando de plena actualidad.
El concepto de ciudad-refugio encuentra su inspiración en el
principio de hospitalidad o la “ética de la hospitalidad”, con su
correspondiente dimensión como derecho y deber, tal y como se formuló por Kant
en su conocidísimo ensayo sobre la paz perpetua. La ciudad refugio sería el
ámbito en el que se aplicaría la regla de la hospitalidad. Igual que hay
ciudades que son paraísos fiscales, donde se acoge el dinero de toda
procedencia, sin restricciones, podría haber ciudades en que se acogiera a los
perseguidos – escritores o no -. Al menos, a aquellos a los que se hurta la
protección a la que tendrían derecho de acuerdo con la Convención de Ginebra
sobre el Estatuto de los Refugiados y su correspondiente Protocolo. Otra
cuestión es la de la necesidad apremiante de ampliar esa definición. En la Carta se
propone ir más allá de la propia formulación kantiana que vinculaba la
hospitalidad con un derecho de visita y no con un derecho de residencia,
requiriendo este último el reconocimiento por parte del Estado.
Hay muchas personas en muchos lugares que quieren huir
de un entorno en el que no pueden desarrollar plenamente su potencial
humano. Y el mundo del siglo XXI debería ofrecer una alternativa a esas
personas que tienen derecho a prosperar independientemente del lugar donde han
nacido. Ofrecerles alternativas no es fácil. Pero supongo que no hay que dejar
de formularlas y pensarlas.
Hola Alicia¡!
ResponderEliminarMe parece muy interesante lo que cuentas, pero me surge la duda de los costos económicos. Al leer el artículo he pensado en Estambul, que ahora acoge a muchos refugiados que desgraciadamente huyen de Siria. Y también el concepto de Oran Pamuk en su libro "Estambul: ciudades y recuerdos" cuando habla del concepto de corresponsal de ciudad.
Un saludo.
Hola Josune, la tomo más como una propuesta provocadora que nos anima a imaginarnos un mundo organizado de otra manera. Tienes toda la razón sobre el tema de los costes. Por eso la propuesta se refería en principio solo a los escritores, y luego Derrida la abre un poco más para usarla como excusa para replantearse entre otras cosas el mismo Derecho internacional.
ResponderEliminarAl tratar el tema de las Ciudades Refugio, pienso que no se trata de teorizar sobre la naturaleza de esta iniciativa solidaria, sino de aplicar de hecho y por derecho al tratamiento de una acogida a todas las personas que sufren alguna de las causas que determinan su éxodo o su emigración, tratando de escapar de la muerte, del hambre, de la violación de sus cuerpos o de sus derechos universales a una vida digna. La solidaridad es un valor que dignifica y humaniza nuestras relaciones humanas y da sentido a lo que se considera un mundo para todos en igualdad de oportunidades. Ese debe ser nuestro compromiso para acoger a quienes sufren situaciones como las que estamos viviendo en nuestro mundo actual que se considera ¿civilizado?
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Este post lo escribí en marzo, mucho antes de que estallara la crisis de refugiados en Europa... por eso me centré más en el aspecto conceptual. Ahora lo que hay que hacer es actuar.
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