Escribo estas líneas escandalizada. Y lo estoy desde que se anunció la intención del Gobierno de volver a instalar las cuchillas en la valla de Melilla. Un muro de seis metros ignominioso que nos recuerda que el estrecho de Gibraltar es la frontera que representa la mayor brecha en términos de igualdad en el mundo. Las diferencias entre la tierra prometida europea y África son tan marcadas que nada disuade a aquellos que simplemente desean desarrollarse plenamente como seres humanos en un mundo mejor que está a una distancia de tan sólo 15 kilométros. Y que seguirán tratando de superar un muro coronado de cuchillos, equipados con guantes, con petos o con lo que sea.
Un muro, al que llamamos valla, como para referirnos a algo más como de casita-de-campo, más amable, pero que sigue siendo en realidad un MURO, criticado por el Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa como un instrumento completamente inadecuado para gestionar los flujos-migratorios-irregulares, es decir, para contener la desesperación de miles de personas que quieren escapar de escenarios en los que han nacido, pero en los que no quieren quedarse. Personas que huyen de conflictos armados o de situaciones de pobreza o de autoritarismo, a veces salvaje. Porque entre esas personas no hay solo inmigrantes económicos, también están quienes han tenido que huir de situaciones dramáticas en las que sus vidas no estaban garantizadas. Personas que en su huida llegan a Marruecos - un país "seguro", de acuerdo con la Unión Europea - y que, de acuerdo con la normativa de la Unión Europea, incluso si tienen derecho al asilo porque su vida o su integridad física están en peligro, no lo deben solicitar en Europa, sino en Marruecos, ese país seguro. Y esas personas que teóricamente cumplen las condiciones para solicitar el estatuto de refugiado en cualquier país, son de forma completamente mezquina, obligadas a solicitarlo en Marruecos, un paraíso para los refugiados! (irónico, obviamente). ¿Le queda a alguien alguna duda de que esos acreedores del refugio preferirán ser inmigrantes irregulares en Europa que refugiados en Marruecos?
Y por si fuera poco, ahora se han vuelto a instalar las CUCHILLAS. Por favor, no las llamemos concertinas. La concertina es un instrumento musical, un acordeón. Y no hay ninguna música en esta historia, si acaso una banda sonora siniestra de película de terror gore. Aquí estamos hablando de un arma cortante, un horror que despellejará vivos a aquellos que se atrevan a desafiar los seis metros del MURO. Y no comparemos situaciones que no admiten comparación. No se trata de delincuentes, ni de presos, se trata simplemente de seres humanos que huyen de la miseria, la guerra o la falta desesperante de oportunidades.
Y el principal partido de la oposición sin voz porque también ellos las instalaron en 2005, aunque luego tuvieran que recular y retirarlas en 2007.
Ya tenemos la experiencia del horror que causan estas CUCHILLAS. Tenemos las críticas de todos los organismos con conciencia, incluyendo la Defensora del Pueblo que ha declarado que las cuchillas son una barbaridad. Y al Fiscal General del Estado que ha iniciado una investigación por consideraciones de legalidad y de humanidad. Y tantas otras que se han ido adhiriendo a esta exigencia: no instalen más cuchillas y retiren las que ya están colocadas.
¿Es que estamos gobernados por una burocracia inhumana? ¿Quién ha tomado esta decisión? Esperemos que se rectifique ya.
Esto es un escándalo y una pena.
Aunque algo tarde respecto a la publicación de esta entrada, quiero decir que estoy de acuerdo contigo en este asunto. La experiencia debería llevar a la no instalación - a día de hoy, retirada - de las cuchillas. Ha quedado demostrado que no disuaden a las personas que quieren entrar en España a toda costa, empujados por la desesperación. Si no evitan el salto de la valla y provocan heridas graves, ¿por qué mantenerlas?
ResponderEliminarEn otros temas, y te lo digo con todo el respeto, creo que tu postura es utópica. Aunque quizás apliques la máxima de Maquiavelo de que el arquero debe apuntar algo más alto del objetivo que quiere alcanzar. Pero en este asunto, tienes toda la razón