La Unión Europea y Canadá acaban de cerrar un importante Acuerdo comercial. El primero entre la UE y un país del G8. Este Acuerdo puede ir seguido próximamente de otro de la misma naturaleza que se está negociando en estos momentos con Estados Unidos. La firma del Acuerdo Económico Integral y Comercial entre la Unión Europea y Canadá (Canada/EU comprehensive economic and free trade agreement), ilustra con claridad la agonía del multilateralismo comercial y anuncia el principio del fin de la OMC.
En el seno de esta organización sus miembros se han mostrado incapaces de encontrar el modo de conciliar la lógica liberal imperante en el mundo desarrollado con la solidaridad que se exige para acabar con el abismo que todavía separa a los países ricos de los países pobres. A pesar de los estragos que la crisis financiera está causando en las grandes potencias, que las ha puesto en algunos momentos al borde del abismo, el liberalismo económico sigue marcando las agendas políticas. Se ha constatado que las medidas de austeridad se han traducido en un incremento de la pobreza en el primer mundo y en una mayor vulnerabilidad de los más desfavorecidos. La falta de sensibilidad hacia nuestros pobres no es un buen augurio para los pobres del mundo.
La Ronda Doha de la OMC se abrió en 2001 con el propósito de encontrar el modo de integrar el objetivo del desarrollo y de la integración de los países en vias de desarrollo en la economía mundial en la lógica interna de la OMC.
Se trataba de convertir el desarrollo económico en uno de los objetivos estructurales de la OMC, junto al clásico de la liberalización comercial. A lo largo de los años, y desde finales de 2005 en que debía haber concluido, la Ronda se ha ido alargando, sin que los sucesivos aplazamientos hayan servido más que para constatar el fracaso. La conferencia interministerial que se celebrará el próximo diciembre en Bali se presenta como la enésima oportunidad de concluir la Ronda con algún resultado. Sin embargo, la negociación de acuerdos comerciales bilaterales ahora entre las potencias comerciales, demuestra que éstas tienen poca fe en que la historia de Doha vaya a tener un final feliz.
Se trataba de convertir el desarrollo económico en uno de los objetivos estructurales de la OMC, junto al clásico de la liberalización comercial. A lo largo de los años, y desde finales de 2005 en que debía haber concluido, la Ronda se ha ido alargando, sin que los sucesivos aplazamientos hayan servido más que para constatar el fracaso. La conferencia interministerial que se celebrará el próximo diciembre en Bali se presenta como la enésima oportunidad de concluir la Ronda con algún resultado. Sin embargo, la negociación de acuerdos comerciales bilaterales ahora entre las potencias comerciales, demuestra que éstas tienen poca fe en que la historia de Doha vaya a tener un final feliz.
En este contexto iniciativas como la de Brasil, Sudáfrica y otros países "emergentes" en relación con crear un banco de desarrollo alternativo, cobran todo su sentido, aunque no se han concretado.
La frustración en torno a la Ronda Doha debilita a la organización mundial del comercio y al multilateralismo. Este Acuerdo con Canadá no es, en este sentido, tan buena noticia como parece.
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