En el marco de los movimientos populares agrupados bajo el
lema de la primavera árabe. El pueblo libio animado por el espíritu democrático
que había expulsado del poder a los Ben Ali en Túnez y a Mubarak en Egipto, se
levantó contra el régimen del coronel Muamar El Gadafi. Paradójicamente el
movimiento que acabará con el coronel se inicia cuando éste había sido
rehabilitado por la comunidad internacional.
Gadafi, líder revolucionario que se instaló en el poder en 1969,
había instigado y patrocinado acciones terroristas dirigidas principalmente
contra Estados Unidos y los intereses de otros países occidentales.
Especialmente grave fue el atentado que el 21 de diciembre de 1988 causó la
desintegración en pleno vuelo de un Boeing 747 de Pan Am que volaba de Londres
a Nueva York y que provocó 270 muertos. Más
tarde, otro atentado similar fue perpetrado contra un avión francés que cubría
la ruta Brazzaville-París. A raíz de estos atentados de los que se acusó a
agentes de la inteligencia libia, el régimen quedó internacionalmente aislado y
sometido a sanciones internacionales. El desafío de Gadafi a la comunidad
internacional se mantuvo hasta 2003, cuando reconoció la responsabilidad de nacionales
libios en los ataques terroristas y se comprometió a indemnizar adecuadamente a
las víctimas. En ese momento se levantaron las sanciones y Gadafi logró
reiniciar sus relaciones con la mayoría de líderes occidentales que lo
recibieron como un hijo pródigo.
Y justo cuando parecía que se estaba convirtiendo en un líder
aceptado por la comunidad internacional, Gadafi se vio sorprendido por el
rechazo de su propio pueblo, que se levantó contra él en febrero de 2011. Las
protestas populares contra el régimen fueron subiendo de grado a medida que
pasaban los días, y Gadafi se decidió a
resucitar su talante autoritario organizando una represión cada vez más brutal
contra la población. La situación devino en una auténtica guerra civil.
En este contexto se invocó la responsabilidad de proteger y
se solicitó una intervención de la comunidad internacional para detener la
brutal represión. El Consejo de Seguridad calificó la situación como amenaza
para la paz y mediante la Resolución 1970 exhortaba al régimen a detener los
ataques y asumir su responsabilidad de proteger a la población. La Resolución 1970
(2011) se adoptó por unanimidad, en el marco del Capítulo VII de la Carta, y
con el apoyo de las dos organizaciones regionales concernidas: la Liga Árabe y
la Unión Africana. En ella
se exigía el fin de los ataques contra la población civil y se adoptaban
sanciones contra el régimen libio, incluyendo un embargo de armas, la
congelación de activos de Gadafi y de su entorno, así como la prohibición de
viajes. Además se daba traslado de la situación a la Corte Penal Internacional.
Ante el enroque del régimen
de Gadafi y la ineficacia de las sanciones para detener la represión, se adoptó una nueva Resolución
en el Consejo de Seguridad, la 1973 (2011) en la que se autorizaba el uso de la
fuerza para imponer una zona de exclusión aérea y se descartaba expresamente
cualquier ocupación del territorio libio. Esta Resolución se adoptó con la
abstención de Rusia, China y otros miembros no permanentes, entre los que se
encontraba Alemania. Sobre la base de la misma se puso en marcha una operación que
se inició bajo el mandato de Estados Unidos y que, en cuestión de días, pasó a
estar bajo el control de una coalición internacional, primero, y de la OTAN
después.
El
asesinato de Gadafi a manos de los rebeldes, en octubre de 2011, propició la
caída definitiva del régimen. El régimen transitorio que se instaló bajo la
batuta del Consejo Nacional de Transición, puso las condiciones para la
celebración de las elecciones democráticas de julio pasado. Estas elecciones,
no exentas de incidencias, fueron aplaudidas por los observadores electorales
internacional. Aunque la transición en Libia puede verse facilitada por el
hecho de que el país tiene la mayor reserva petrolera de África, lo que
significa que no depende de la ayuda exterior pues cuenta con una fuente de
ingresos propia, lo cierto es que la situación en el país queda lejos de la
estabilidad. El último y oscuro capítulo ha sido el asalto al consulado
norteamericano en Bengasi, en septiembre de 2012, que ha provocado varias
víctimas mortales entre las que se incluye el mismo embajador norteamericano en
Libia. Además, el conflicto libio ha
provocado que haya gran cantidad de armas, incluyendo misiles, fuera de control
con el peligro cierto de que pueda caer en manos de los islamistas radicales
agrupados bajo el paraguas de Al Qaeda para el Magreb Islámico. Esto es un
factor de riesgo añadido en una zona claramente inestable. De hecho este riesgo
se ha concretado ya en Mali donde milicias islamistas se han hecho con el
control del Norte del país.
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