Desplazados colombianos |
En Colombia, ni el crecimiento
económico constante, ni una trayectoria democrática consolidada, al menos desde
el punto de vista formal, han servido para mitigar la pobreza y la
desigualdad. La debilidad del Estado ha impedido que éste se haga con el
control efectivo de la totalidad del territorio colombiano y ha marcado su
impotencia para garantizar la seguridad y la protección de los derechos fundamentales
de la población. Después de acceder a la independencia, Colombia sufrió
enfrentamientos violentos entre distintos grupos políticos para conseguir el
control del Estado. El conflicto actual, que se prolonga ya por cinco décadas,
se inició con la aparición de movimientos insurgentes que constituían un
desafío para el sistema, actuando al margen y en contra del Estado. Los
numerosos procesos de paz no han podido detener un conflicto extremadamente
violento. Colombia es unos de los países con mayor cantidad de desplazados
internos del mundo. Sus consecuencias han traspasado las fronteras de
Colombia. Además de los millones de desplazados internos, muchos colombianos no han dudado en cruzar la frontera, huyendo a Ecuador o Venezuela. Y para evitar el hostigamiento de los militares y los narcos los guerrilleros tampoco han dudado en cruzar la frontera
cuando lo han considerado necesario.
Ahora, se anuncia el enésimo proceso de
negociación con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (las FARC), que
abre una nueva puerta a la esperanza de que la paz se instale por fin en
Colombia y se pueda hacer justicia a los millones de víctimas de este
conflicto. Los fracasos de otros
procesos de paz en el pasado auguran grandes dificultades para los negociadores.
En los años 60 surgieron con gran
fuerza en Colombia varios movimientos insurgentes, de naturaleza
fundamentalmente guerrillera. Además
de las ya mencionadas Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia, de ideología comunista y extracción campesina,
comenzaron a operar el Ejército Popular de Liberación, de inspiración maoísta,
así como el Ejército de Liberación Nacional, con la revolución cubana como
punto de referencia, y cuyas filas se nutrían fundamentalmente de
estudiantes. Algo más tarde el M-19 se
sumó también a la insurgencia, con el objetivo de revitalizarla a través de
golpes más efectistas.
El gobierno colombiano ha
utilizado distintas estrategias a lo largo de los años para luchar contra la
guerrilla.
A finales de los años 70 el Presidente Ayala declaró el estado de excepción para tratar de aplastar la insurgencia con una respuesta inadecuada y extremadamente represiva, establecida en el Estatuto de Seguridad (Decreto 1928 de 1978). La dura represión produjo el efecto contrario al que se pretendía, pues acabó fortaleciendo a la guerrilla.
A finales de los años 70 el Presidente Ayala declaró el estado de excepción para tratar de aplastar la insurgencia con una respuesta inadecuada y extremadamente represiva, establecida en el Estatuto de Seguridad (Decreto 1928 de 1978). La dura represión produjo el efecto contrario al que se pretendía, pues acabó fortaleciendo a la guerrilla.
En la primera mitad de los años
80 el Presidente Belisario Betancur trató de desarrollar un plan de paz, sobre la
base de la Ley 35 de 1982, en la que se llegaba a contemplar la concesión de
una amnistía generalizada. Los líderes
de los diferentes movimientos guerrilleros acabaron rechazando la oferta de
reconciliación. Hoy en día debido a la evolución del Derecho internacional, una
amnistía para los culpables de graves violaciones de derechos humanos como la
que ofreció Bentancur se consideraría inaceptable, lo que añade sin duda mayor
complejidad a la resolución del conflicto, aunque garantiza que cualquier
acuerdo de paz es sostenible y compatible con el anhelo de justicia de las
víctimas.
En los años 90, a pesar de la
desactivación del M-19 y la desmovilización casi completa del EPL, el conflicto
se recrudeció merced al creciente protagonismo de los paramilitares y los narcotraficantes.
Ambos se convirtieron en actores esenciales del conflicto colombiano. Durante
el mandato de Ernesto Samper, se lanzó un nuevo
proceso de paz con el ELN, con la mediación de la Iglesia católica y el
apoyo del Gobierno alemán, en el que se trató de implicar también a la sociedad
civil. Igualmente Samper intentó infructuosamente establecer cauces de diálogo
con las FARC. Todas estas iniciativas fracasaron.
Los paramilitares surgieron a
partir de los grupos de autodefensa que, aunque autorizados desde los años 60, no
pasaron a ser promovidos de modo determinante por el Ejército hasta finales de
los años 80. Estos grupos fueron usados por los militares para llevar a cabo
una guerra sucia contra la guerrilla. Su estrategia era socavar la base social
de la insurgencia y, con ese afán, perpetraron masacres, asesinaron a
activistas de derechos humanos y periodistas, y hostigaron cruelmente a la
población civil. Los paramilitares no estaban únicamente empeñados en luchar
contra la guerrilla, sino que también actuaban al servicio de los
latifundistas y de los narcotraficantes para garantizar su seguridad.
El narcotráfico empezó a corroer
Colombia en los años 60. Del tráfico de marihuana se pasa a la cocaína y surgen
los poderosos carteles como un auténtico desafío para la autoridad del
Estado. En la actualidad y debido a las
campañas gubernamentales contra el cultivo de coca, parece que los narcotraficantes
están moviéndose hacia las drogas sintéticas. El narcotráfico y la corrupción
asociada a él han penetrado el Estado colombiano (se ha llegado a utilizar el
calificativo de narcoEstado), pero también la guerrilla. En algunas regiones
del país ésta última ha pasado a ofrecer protección a los narcos a cambio de
dinero. Por otro lado, los narcos han
adquirido la propiedad de casi la mitad del territorio cultivable colombiano. Y no hay que olvidar que la lucha por la
propiedad y el control de la tierra es una dimensión importante del conflicto.
Las campañas para erradicar el
narcotráfico se han sucedido a lo largo de los años. El Plan Colombia,
desarrollado con el decidido apoyo de Estados Unidos y presentado por el
Presidente Pastrana en 1999, se planteaba el objetivo de erradicar las
plantaciones de coca, junto con los de reactivar la economía, favorecer el
desarrollo social y retomar las negociaciones de paz. El hostigamiento a los
narcotraficantes, unido al flujo de refugiados ha inspirado un justificado
temor a la regionalización del conflicto. Los momentos de tensión entre
Colombia y sus vecinos han sido constantes. De hecho, Ecuador ha llegado a
plantear una demanda
contra Colombia ante el Tribunal Internacional de Justicia por el empleo de
herbicidas tóxicos en territorio ecuatoriano.
El Presidente Pastrana auspició un
nuevo intento de negociar la paz, sobre la base de un alto el fuego que fue
aprovechado por la guerrilla para fortalecerse. Posteriormente, durante la
presidencia de Uribe se puso en marcha la Ley 975 de 2005, conocida como Ley de
Justicia y Paz, algunas de cuyas disposiciones tuvieron que ser modificadas a
raíz de una sentencia de la Corte Constitucional colombiana (C-370/2006). Con esta
Ley se inició un proceso que sigue todavía en marcha y en el que se trata de
impulsar y garantizar la desmovilización y el desarme de los grupos
paramilitares. Tal proceso se ha venido desarrollando bajo la mirada atenta de
la Corte Penal Internacional, que tiene abierta desde hace unos años una
investigación preliminar sobre el país. Durante su mandato Uribe inició
procesos de diálogo con el ELN.
La iniciativa más reciente se ha
puesto en marcha este mismo año (2012) bajo la presidencia de Santos. Se trata
de un proceso de diálogo con las FARC, aunque abierto a la participación de
otros grupos insurgentes. El ELN ha rechazado participar en estas negociaciones
por el momento. Los llamados diálogos de paz se abrirán en octubre de 2012 en
Oslo y proseguirán en Cuba. El gobierno de Santos se ha fijado el verano de
2013 como límite para lograr resultados en al menos alguno de los puntos de la
agenda, en la que figuran cinco ámbitos de negociación: tierras, garantías de
participación política, narcotráfico, fin del conflicto y víctimas. Las FARC
hablan de una nueva oportunidad histórica y vaticinan que si las negociaciones
fracasan el conflicto se podría extender otros 50 años. La dificultad de la
empresa queda ilustrada por las primeras discrepancias entre las partes.
Mientras que para las FARC el Gobierno colombiano debería decretar un alto el
fuego durante las negociaciones, el Gobierno, temeroso de que se reproduzca lo
que sucedió durante las negociaciones de paz auspiciadas por Pastrana que
fueron aprovechadas por la guerrilla para rearmarse, ha rechazado esta
condición y se ha comprometido a proseguir la lucha militar y a no ceder ni un
centímetro del territorio colombiano. Sin duda, esto supondrá una complejidad añadida para unas
negociaciones que se producirán mientras la lucha armada continua en ambos
bandos.
Al texto de la Ley de Justicia y
Paz, así como al de los Reglamentos de desarrollo, se puede acceder en la
página web de la Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz
En la misma página web se puede
acceder a la Ley de Victimas 1445/2011: LEY 1448 DE 2011
Se puede obtener más información sobre la investigación preliminar del Tribunal Penal Internacional aquí.
Para hacerse una idea de la terrible situación de violencia en la que ha vivido Colombia desde hace décadas es muy recomendable el libro periodístico de García Márquez "Noticia de un secuestro", sobre el narcoterrorismo del cartel de Medellín y su jefe Pablo Escobar en los años 80 y 90. Un saludo.
ResponderEliminarSí, lo leí hace ya bastantes años y recuerdo que me impresionó. Quizás sería buen momento para releerlo, lo debo tener por algún lado.
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