Como se deduce del artículo de Enric González en El Pais,
Kofi Annan, no lo tiene nada fácil en Siria. El Presidente del Consejo Nacional Sirio, Burhan Ghalioun, ha mostrado su
disgusto con unas declaraciones del mediador en las que se pronunciaba
en contra de una solución militar y pedía que no se armara a la oposición
porque había que evitar la militarización del conflicto para propiciar un
acuerdo político entre la partes. Las declaraciones de Kofi Annan son
inoportunas e innecesarias. La mediación es un mecanismo de solución pacífica
de controversias, por lo que el rechazo hacia un arreglo impuesto por la fuerza de
las armas se supone en un mediador. En su rol, lo único que tendría que haber
recalcado, antes de reunirse con cada una de las partes, es que para negociar
un acuerdo es necesario un alto el fuego.
Mañana el otrora Secretario General de Naciones Unidas,
ahora mediador en nombre la Liga
Árabe y de Naciones Unidas, se reunirá con El Asad y posteriormente con
representantes de la oposición. Se tropezará con la desconfianza de éstos y se
encontrará con un Presidente que debería haber perdido ya su poder para
representar a su pueblo. Esta retirada de la condición de representante legítimo
de un pueblo no tendría por qué ir acompañada de un reconocimiento de la otra
facción, por eso también es un error el reconocimiento prematuro del
Consejo Nacional Sirio como representante legítimo del pueblo sirio,
y más aún si tenemos en cuenta que la oposición al régimen está muy fragmentada.
Esto dificulta la identificación de los interlocutores.
Un mediador debe contar con el apoyo de las dos partes en un
conflicto. Si la relación de confianza se rompe, el proceso está muerto. En este caso la situación es, de partida, delicada por el gran desequilibrio entre las
partes. Un gobierno que cuenta con la fuerza de un ejército bien pertrechado,
de un lado, y una oposición debilitada que necesita desesperadamente armas para
no decaer en su esfuerzo por deponer a El Asad. En estas circunstancias las
declaraciones de Annan además de innecesarias son inoportunas.
Armar a los rebeldes no es la solución, pero el declararlo expresamente sólo
contribuye a acentuar la asimetría entre las partes y aleja la posibilidad de
un acuerdo. Tras este desliz parece necesario que Kofi Annan le exija de nuevo a
El Asad que cesen los ataques. No es aceptable que mientra que Annan se reúne
con el presidente sirio haya una operación de castigo en marcha por parte del
ejército. China ha anunciado que tiene una propuesta de alto el fuego que
presentará a los gobiernos de Arabia, Francia y Egipto. The Guardian publica
hoy que puede haber habido más deserciones entre los mandos del ejército, lo
que constituiría un primer indicio serio de debilitamiento del régimen.
Probablemente este conflicto no se puede resolver con
una respuesta armada, aunque caben dudas sobre la conveniencia de descartarla
tan tajantemente. No es descabellado pensar que mediante el uso de la fuerza se
habría podido garantizar la entrega de ayuda humanitaria a la población de Homs y probablemente haber
evitado las muertes de muchos civiles. Y no se
puede descartar una solución militar porque la primera condición para
que tenga éxito un proceso de mediación se incumple en este caso. Las partes no
parecen dispuestas a aceptar una solución pacífica. Si son esas
mismas partes las que siguen confiando en una resolución por la vía de las
armas, es muy difícil que el mediador pueda acercar sus posiciones y hacer que
lleguen a un acuerdo mutuamente aceptable que las deje, a ambas, satisfechas. Y si ese acuerdo no llega, algo habrá que hacer.
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