Parecería que impulsados por la mediación de la Alta Representante de la Unión Europea y Vicepresidenta de la Comisión, la Baronesa Ashton, Serbia y Kosovo han alcanzado un acuerdo por el que el primero reconoce el status quo y de facto renuncia a una posición beligerante en el contencioso con Kosovo. Serbia reconoce la personalidad jurídica internacional de Kosovo al aceptar que éste puede firmar acuerdos internacionales, así como participar en organizaciones regionales. Se abre, pues, la puerta a la firma de un acuerdo entre la Unión Europea y Kosovo que conduciría a la futura incorporación de éste al proceso de integración europeo.
Se trata de un ejemplo claro de mediación con músculo, pues la Alta Representante no es en este caso un tercero cualquiera que se ofrece para acercar las posiciones de las partes. Se trata de la representante de una organización internacional, la Unión Europea, que es en realidad una parte interesada en el conflicto y que, a pesar de no haber adoptado oficialmente ninguna posición en relación con el reconocimiento de Kosovo, ha impulsado en la práctica la independencia del autoproclamado nuevo Estado mediante una declaración unilateral el 17 de febrero 2008.
Es un escenario en el que no se han puesto de manifiesto tanto las habilidades negociadoras de la Baronesa Ashton, sino el atractivo que todavía presenta la Unión Europea para algunos países vecinos- a pesar de la profunda crisis existencial en la que está sumida desde hace años - . La perspectiva de integrarse en la Unión Europea resulta lo suficientemente interesante como para que Serbia cediese a las presiones que la incitaban a cooperar con la Corte Penal Internacional y ha contribuido ahora a propiciar el reconocimiento de facto serbio. En este punto ha sido determinante la posición de Alemania que lo impuso como condición ineludible para conferir formalmente a Serbia la condición de país candidato a la adhesión.
Sin embargo, lo cierto es que el escenario actual no es el resultado únicamente del compromiso de la Unión Europea en pro de una solución al contencioso entre Kosovo y Serbia. El dictamen del Tribunal Internacional de Justicia en el que se estableció que la declaración unilateral de independencia kosovar no constituía una violación del ordenamiento jurídico internacional, supuso un golpe mortal a las aspiraciones serbias. A partir del dictamen, que aunque no vinculante tiene una indudable fuerza moral, la posición serbia quedó claramente debilitada.
La situación sobre el terreno se empeña en mostrar con terquedad que lo que ocurre en el mundo diplomático tarda en reflejarse en la realidad. Los incidentes en el norte de Kosovo, con mayoría serbia, siguen preocupando y apuntan a las dificultades que tiene construir Estados sobre bases étnicas y a la eventual partición de Kosovo como un resultado final no descartable.
Aunque las últimas ampliaciones de la Unión Europea no se han gestionado adecuadamente y, en consecuencia, han generado una considerable fatiga, lo cierto es que la futura adhesión de nuestros socios en los Balcanes occidentales es una posibilidad que se contempla desde la apertura del proceso de estabilización y asociación con estos países. Teniendo en cuenta los esfuerzos realizados por Serbia su proclamación como país candidato en el Consejo Europeo de los días 1 y 2 de marzo próximos es la única opción que tiene la Unión Europea.
Una vez que haya accedido a la condición de candidato, Serbia tendrá que hacer grandes esfuerzos para cumplir los criterios que permitan en un futuro su adhesión a la Unión Europea. No será fácil. Adicionalmente, habrá que empezar a contemplar con seriedad la adhesión de Kosovo. También la Unión Europea deberá demostrar que ha aprendido de los desaciertos del pasado y gestionar mejor la incorporación de nuevos países a un proceso de integración regional claramente debilitado y que no se puede permitir más errores. Entre tanto, España debe con urgencia reconsiderar su posición de no reconocimiento de Kosovo.
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